AVANZO, POCO A POCO

Hoy se cumple una semana desde la salida. Resulta mas complicado de lo que pensaba encontrar internet, por lo que no tendré ocasión de escribir con frecuencia.

Los nervios de los últimos días se transformaron instantáneamente en emoción y alegría tras el pistoletazo de salida. Resultaba curioso ver el horizonte frente a mí. El mundo era mío y lo tenía todo por delante. Literalmente... El bocadillo de morcilla que me llevó mi madre a la salida me salva el día. Morcilla de Burgos por cortesía de la Pantera Rosa.

Primera noche en casa de Ricardo, amigo y ocasional compinche de farra salvaje. Agradeciendo su hospitalidad, hacemos uso del regalo de Fede. En consecuencia, duermo como un bebé.

Bordeando el mediterraneo atravieso Francia. Por algún motivo que no alcanzo a comprender, en Francia llueve en julio. Lluvia y rotondas no parecen ser buena combinación. Y así llegó la primera y hasta ahora única galleta. Más bien galletita. Quien más lo sufrió fue la firma de Antonio Veciana. Aunque aún queda bastante...

Atravesando los Alpes entre Francia e Italia llevo un polizón. Se tratad e una avispa que se despide con un picotazo. Por suerte pude darle caza y le di su merecido a modo de mordisco.

Italia sin incidencias. Ni pena ni gloria. Primera noche en Piacenza. Nada que decir. Salvo que la encargada del hotel era muy grande. Enorme. Como para haberle llamado "vaca burra". Eso, y no este viaje, sí hubiera sido una temeridad.

Entre Trieste y Venecia los encargados de una gasolinera quedan realmente impresionados con mi insensatez. Doro, inmigrante rumano y Giaccomo, veneciano. Me regalan el aceite. Doro insiste en regalarme un incrementador de octanos, pues la gasolina en Asia Central parece ser petróleo filtrado con colador. Insiste en que pase por una tienda a recoger parches para las cámaras de aire. Les llama para avisar de mi llegada. Insiste en pagar él. Son los tipos como estos dos quienes hacen que este viaje valga la pena. Al llegar a Ulan Bator no brindaré sólo. Una cerveza para mí y otra en representación de todos aquellos que me han ayudado, de una forma o de otra.

Sin posibilidad de ver Venecia. Al llegar caí en la cuenta de que la moto no flota y no podía correr el riesgo de dejarla en un parking con todo encima. Y demasiada gente. Huele mal. Huracán en el puente que lleva a la ciudad antigua. En definitiva, un infierno.

Lubliana es una ciudad muy europea. Casa estrechas y no muy altas, pintadas de todos los colores posibles. No es la idea que tenía de la Europa del este. Me ofrecen quedarme en una comuna okupa hasta que llegue el pasaporte. Hubiera sido toda una experiencia, pero tenía prisa por avanzar. Los demás equipos me llevan varios días de ventaja. Sigo pensando que ir en coche es de maricas (con todo mi respeto hacia el género homosexual).

Zagreb, sin embargo, sí pertenece a la Europa del este. Sucia, gris, cuadrada. Sin más. Noche en habitación compartida con cuatro ingleses borrachos (ingleses sin más). Encargada de noche más fea que la de Piacenza. Huyo.

Aun no tengo el pasaporte. Desde Zagreb debpo desviarme hacia el norte para seguir avanzando por la Unión Europea. Quería ver Serbia. Y a sus mujeres, quienes parecen ser buenas piezas. Sin embargo, debo desviarme hacia Budapest para dirigirme hacia Rumanía. En unas horas estaré atravesando Transilvania. Si encuentro un vampiro me lo llevaré a casa para que coma gestor de visados. Mientras tanto, hago noche en Szeged, pueblo perdido al sur de Hungría. Me dan de desayunar seis salchichas. Me como cuatro. Y un tomate. De la huerta casera. Ojalá mi madre volviera a cultivar tomates...

Dos averías. Bombilla fundida y cable de embrague roto. Sorprendentemente he sido capaz de arreglarlo yo solo. Más agradecimientos a Jose. Sin embargo, el faro ha estado mal colocado durante dos días, lo que explica por qué no terminaba de alumbrar en condiciones.

Reviso filtros, neumáticos y bujía cada dos días. El bólido aguanta como una bestia. Y ruge como tal. La espalda se resiente. Me jodo. Espero ansioso llegar a Turquía para que un gordo bigotudo me doble como un trapo en un Hammam. La soledad va haciendo mella. Ayer conté 113 elefantes balanceándose sobre la tela de una...

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